sábado, junio 02, 2007

Condenados (Manuel Mur Oti, 1953)

Si alguien está buscando algún ejemplo sobre la "España negra" y los valores más duros del catolicismo de la posguerra, probablemente no encuentre una ocasión más propicia que este drama reciamente castellano firmado por Manuel Mur Oti en 1953 -basado en la obra teatral homónima de José Suárez Carreño, no casualmente ganador del premio Lope de Vega de teatro en 1951. La película es una truculenta, mórbida y contradictoria exposición de ciertos valores clásicos en el pensamiento tradicionalista español: la propiedad, incluso la propiedad personal (matrimonial), la justificación religiosa del orden patriarcal y civil, además de una cierta autarquía naturalista intolerante con la modernidad (Aurelia ante el molino de viento: "A mi me parece que así el trigo lo muele Dios").

En continuación con Cielo negro, estrenada solo un año antes, Condenados narra otro relato sacrificial centrado en un personaje femenino (Aurelia) causa y a la vez consecuencia de una asfixiante cultura patriarcal. Aunque el rapto místico o las escenas de conversión están asuentes aquí, la presencia de lo religioso también se deja notar con fuerza. Por ejemplo, en la entrada de los nuevos segadores buscando la "gracia" de Dios en el templo, y ante todo en la sacralización del vínculo matrimonial como garantía absoluta frente a posibles infidelidades. Se diría que, pese al "naturalismo" en el que viven inmersos los personajes, el sentimiento del deber prácticamente neutraliza los sentimientos contrarios, volviéndolos no sólo moralmente ilícitos, sino incluso imposibles. Sin embargo, cabría dudar si acaso no existe una dialéctica no resuelta entre los "valores cristianos" y los "valores caballerescos" de la honra y el honor, característicos también en los dramas calderonianos y en la tradición del teatro español; y, por supuesto, entre la honra y las obligaciones legales que obligan a procesar los crímenes "pasionales".

Aurelia es interpretada por Aurora Bautista, en la cima de su carrera después de interpretar Agustina de Aragón, Pequeñeces o Locura de amor. Aquí no defraudará a sus seguidores, mostrando el repertorio de gestos más completo en el cine español de la época. Tampoco habría que olvidarse del solemne virtuosismo de Mur Oti, que consigue imprimir una fuerza estética casi expresionista al film rememorando los mejores momentos del cine mudo -¡y con música de Beethoven!

La honra, que sólo es de Dios.

1 comentario:

pablo dijo...

era amigo de Mur oti, gracias por hablar de su virtuosismo.