En El diputado de la Iglesia logró compendiar las consignas ("Socialismo es libertad. Libertad es socialismo", "No hay democracia sin socialismo, ni socialismo sin democracia") y gadgets típicos del izquierdismo español posfranquista, en un momento en que el exilio político regresaba para culminar la "transición" a la democracia (coronada). En esta mezcla de ideología, sordidez y fiesta no faltan el piso clandestino decorado con carteles de Marx, música de los cantautores, banderas rojas, grupos de "fachas" incontrolados, marihuana e incluso un extravagante y poco creíble ménage à troix.
Además, la película es una buena oportunidad para observar las contradicciones entre el espíritu libertario del propio cineasta y el "dogmatismo" con un toque de hipocresía del partido comunista, a cuya causa colaboraba por entonces el de Zarauz. Un diputado recientemente elegido es objeto de un complot tramado por grupos de la ultraderecha, que intentan utilizar la homosexualidad de Roberto Orbea (José Sacristán) para precipitar su hundimiento político. Esta delicada síntesis entre homosexualidad, marginalidad y socialismo encarnada por la relación entre Roberto y Juanito (José Luis Alonso - una especie de reverso "macarra" de Tadzio) iba a terminar deshaciéndose años después, cuando el propio de la Iglesia se confesaba decepcionado con el comunismo "dogmático". Al fin y al cabo, orgía y comunismo no siempre han sido conceptos conjugados. Hace pocos años respondía esto en una entrevista concedida a El Mundo:
-Volviendo a lo de su homosexualidad y su presencia en el PCE...El diputado también destaca por presentar las nuevas tesis sostenidas por los socialistas sobre el papel del terrorismo en el nuevo contexto europeo. No en vano se presenta a Orbea como un abogado laboralista que defendió a los etarras durante el proceso de Burgos, cuando aún se disculpaba a los independentistas por sus "motivaciones morales". Sin embargo, a partir del armisticio y la llegada de la democracia, las motivaciones de ETA se descalifican como "presuntamente izquierdistas" y su actividad violenta se caracteriza escuetamente como "crímenes contra la convivencia" -en línea con el rechazo "eurocomunista" al asesinato de Aldo Moro en Italia.
-Mira, en realidad había un juego no del todo sincero. En aquella época el Partido quería ser tolerante, emerger como un grupo abierto donde no existían dogmatismos. Quería ser moderno, en el peor sentido de la palabra. Y yo lo que trataba era..., bueno, pues de llevarles contra las tablas de eso. De hecho, logré que Santiago Carrillo y todo el Comité Ejecutivo, ya muerto Franco, claro, fueran al estreno de una de mis películas más polémicas, El diputado, donde la política y la homosexualidad jugaban a partes iguales. Ya te digo, lo de ellos era un juego para buscar votos. Luego el Partido se dio cuenta de que los votos estaban realmente en las masas conservadoras, es decir, no yendo a ver El diputado, sino asistiendo a misa o a alguna procesión. Mirando atrás te das cuenta de que fueron muy crueles. No hay que olvidar que durante muchos años llevaron una política de represión y tiro en la nuca. La dialéctica se redujo enseguida.
3 comentarios:
No sabía que los novios búlgaros fuera suya, pero me pareció bastante patética, poco creíble y con personajes esquemáticos y ramplones.
En el cine español de izquierdas (casi todo él) hay una tendencia a la idealización de los contravalores. Por estos entiendo aquellos valores (o pseudovalores, por ello de que nadie daría un duro, y menos se jugaría el tipo, por defenderlos, excepto en las películas) surgidos de la decadencia moral e indigencia intelectual.
Se presentan como héroes a tipos viles, viciosos y cobardes. Esto en sí mismo podría parecer inocente, y hasta risible. Pero en la medida en que la juventud, con sus excesos naturales, pueda tomar como referente a estos despreciables modelos, estará condenada a la ruina, y cuanta más juventud tenga estos referentes culturales mayor será la ruina de esta y de la sociedad en la que viven. Esta ruina acaecerá no sólo por el futuro hipotecado, comprado al barato precio de unos placeres sacralizados por ideales flojos, sino por el mismo presente que las violencias y tensiones generadas por su inconsecuencia crea.
Recuerdo haber visto algunas de sus pelis siendo un adolescente, igual que algunas de Almodóvar (más conocido como el Manchego, que me perdone el Quijote). Algunas de las tonterías que hice entonces estuvieron no poco influidas por este "ambiente" enrarecido de contravalores que se nos vendía como modernidad, originalidad, trasgresión (como respuesta a carcas ideales pasados de moda), etc etc...
Vistas hoy estas películas, nacidas del entusiasmo por la contracultura, producen cierta estupefacción: ¿Cómo hemos podido tomarnos esto en serio alguna vez?. Pero lo interesante es esa dialéctica entre dos corrientes que no conviven pacíficamente: izquierda y contracultura. De la Iglesia utiliza la ideología como justificación de un modo de vida "alternativo", pero finalmente este no puede acomodarse en el comunismo "conservador". Por eso reprocha "dogmatismo" e hipocresía a sus antiguos camaradas, incapaces de asumir en realidad esos "contravalores".
Estéticamente, es un Visconti sucio, nuestro Jean Genet del cine.
Los comunistas conservadores eran de otro pelaje, de otro tiempo y otra "circunstancia histórica" (permítaseme este toque marxista).
En la cada vez mayor "abundancia" (discúlpeseme el toque Galbraithiano) el relativismo destruye los valores conservadores de "ambos lados del espectro" dialéctico (perdóneseme esta dialéctica marxista).
En fin, un desastre. Está muy bien cómo desmenuzas el cine y profundizas en su ideología subyacente. Sin haber visto la película he sentido el soplo de su mensaje.
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