El cine bélico español de características épicas no abunda precisamente tras la guerra civil. Aunque el mismo Pedro Lazaga había rodado antes La patrulla o La fiel infantería, y aún contando con la extravagante Raza, o las más bien escasas muestras de cine patriótico nacional (Sin novedad en el Alcázar, Harka, A mí la legión &c), en general el "franquismo" no patrocinó el heroísmo fílmico con tanto brío como el que suele suponérsele. El cine de "interés nacional" fué cediendo terreno ante la comedia o el cine folklórico y ni tan siquiera la idea del Imperio, normalmente asociada con la ideología "nacionalcatólica" recibió un trato demasiado extenso o complaciente -una tradición "crítica" que vemos reflejada también en la última Alatriste. Quizás sea Balarrasa (Nieves Conde, 1952), no casualmente centrada en la conversión de un legionario, el mejor ejemplo para ilustrar esta ambiguedad típicamente franquista que debía negociar un difícil equilibrio entre los intereses de la milicia y los de la religión.
Desde los mismos inicios de la posguerra, el régimen eludió el encarnizamiento ideológico, como muestra la virtual eliminación de los elementos falangistas, y optó por una estrategia de pacificación y reconciliación parcial. Esta desideologización o "desfascitización" del franquismo (por otro lado, un rasgo típico de los régimenes modernos no democráticos) se reflejó también en el cine -incluso el film más nítidamente nacionalista, Sin novedad en Alcázar, incluía un prólogo en el que se elogiaba el heroísmo de la "humanidad". Lo más frecuente era que los ideólogos del régimen terminara abrazando versiones de un irenismo pacifista en línea con la tradición de Francisco de Vitoria -como refleja, en clave de comedia, el film Bombas para la paz (Antonio Román, 1958). Esta tendencia "apaciguadora", ayudada por las corrientes posconciliares, se incrementará a partir de los años sesenta, cuando incluso el Partido Comunista de España escoge una táctica de "reconciliación nacional" como paso previo de la transición democrática.
Este es el contexto de Posición avanzada, poco conocido filme bélico español. La película muestra la guerra de trincheras entre republicanos y nacionales en una posición conocida como "la sartén" por su propensión a hacer saltar las chispas. Pero Lazaga no narra un episodio bélico cualquiera, sino que se aproxima a la guerra de un modo mucho más intimista y casticista, subrayando en todo momento la esencial identidad de las "dos Españas", como acredita la presencia de un filósofo "rojo" en el bando nacional y, sobre todo, la práctica de pescar ambos bandos en el río durante treguas concertadas en el campo de batalla. Los ejemplos de heroísmo o incluso el elogio del "militarismo" están ausentes o bien aparecen envueltos por tonos de humor ("¡Ánimo muchachos, que son pocos y además no hablan en español!"). Significativamente, estas treguas semifestivas serán rotas por los brigadistas internacionales (posiblemente una concesión al régimen), provocando el cruento desenlace final. El modo de resolverse la narración, con un largo travelling recorriendo los cadáveres, vuelve a remarcar la posición esencialmente moralista y "pacifista" de la película.
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