La caza no es un caso de cine político prístino, puesto que no es posible identificar claramente su partidismo positivo. Esto no quiere decir que la película deje de ser partidaria, pero debido a su año de realización (1965) las tesis «izquierdistas» no podrían haber sido expuestas de un modo nítido. Por eso, Carlos Saura escoge dar un rodeo estético (y hay que admitir que se trata de un brillante rodeo), principalmente a través de metáforas visuales y de un escenario simbólico en el que poder disolver su crítica de la sociedad española de posguerra. Durante la «última cena» antes de la catástrofe, mientras la partida de cazadores come conejo y pimientos, uno de los personajes dice: «Llegará un da en que los conejos se coman al género humano nos invadirán y formaran una nueva civilizaciones y como son mas pequeños que nosotros habrá lugar para todos y la lucha de clases desaparecerá y no habrá mas envidia y así se arreglara el mundo. Pero antes sostendrán una gran guerra con las ratas.»
El escenario simbólico es un coto de caza soleado, semidesértico, habitado principalmente por conejos y animales reptantes. Ahí se dirige una partida de cazadores desde la ciudad, llevando consigo los fracasos de su vida personal. Esta partida representa el patriarcalismo (¿español?, ¿universal?) en crisis: los valores de la virilidad, la fuerza («prefiero morir antes que quedarme cojo o manco»), la lucha por la vida, la dominación burguesa, la caza y la guerra. Sobre el título del film, resulta destacado que la película pasara a llamarse finalmente La caza (genérica), en lugar de La caza del conejo. La caza funge así como metáfora de la guerra («La mejor caza es la caza del hombre»), no únicamente de la dominación de la naturaleza por el hombre, sino de la dominación entre clases, de la razón objetivante que descubre al ser humano desde el punto de mira de un fusil.
En realidad el coto de caza podría estar en cualquier parte, pero hay elementos que lo sitúan específicamente en España. En una cueva sellada con una vieja portezualea, Juan descubre a Luis un «muerto de la guerra»; evidente símbolo del encierro de la memoria (de los vencidos) y el desprecio por su recuerdo («¡Que quemen esa cueva! »). El enfoque de La caza es, sin duda, político, pero sería mejor descrito como moralista, humanista.
Cabe destacar el asfixiante (y fascinante) sensualismo que Saura y Luis Cuadrado imprimen en el film. Esto, sin embargo, no es un recurso estético gratuito, sino que está al servicio del naturalismo y «etologismo» de la obra. Por otra parte, se trata de un «etologismo» (estudio del comportamiento animal) más bien metafórico, ya que la película incorpora el punto de vista subjetivo de los personajes, focalizándose en los pensamientos de los personajes que harán más comprensible la escalada de violencia al espectador.
1 comentario:
Enhorabuena por su magnífico blog. Estupendo trabajo.
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