domingo, abril 23, 2006

La Iglesia, "opio del pueblo"


I

Nuestro análisis de “Tierra sin pan” (1932) de Buñuel lo presenta como una exposición de tesis más bien marxistas, sin perjuicio de que en ciertos momentos queden reflejadas constantes obsesiones del director. Es bien conocido el análisis marxista de la “religión”. Para el marxismo la religión es el “opio del pueblo”, una promesa de vida plena y eterna en el más allá que promueve la resignación en el más acá y, por tanto, elimina todo afán liberador y revolucionario de la clase explotada. Como instrumento de la explotación, la Iglesia está alineada en el bando de los burgueses explotadores, de los dueños de los medios de producción. Pues bien, estas dos tesis quedan cristalinamente reflejadas en el documental buñueliano: una Iglesia rica que no comparte el destino de los “salvajes” hurdanos, y unas creencias en el más allá que reprimirían su ansia liberadora.

II

La Iglesia aparece como una institución que no participa en el modo de vida de los hurdanos. El contacto se debe a su labor de inculcar las ideas sobre la existencia en el más allá. La primera referencia a la Iglesia es una imagen de la iglesia rica del pueblo de La Alberca, pueblo caracterizado como explotador de Las Hurdes (pues los hurdanos son tributarios de los habitantes de La Alberca, y éstos poseen las colmenas, la principal industria – se dice – de Las Hurdes). Queda así establecida desde el comienzo la estrecha relación entre una Iglesia rica y un pueblo opulento de explotadores.

Después de salir de La Alberca, el equipo se detiene en el valle de Batuecas. Allí hay un antiguo monasterio de carmelitas, que en el momento del rodaje estaba tan sólo “habitado por un anciano monje que vive rodeado de sus criadas”. Es de subrayar esta frase entrecomillada, ya que se sugiere que el monje vive a cuerpo de rey, servido por multitud de criadas explotadas. En este monasterio habitaban antaño monjes carmelitas, encargados de la evangelización de Las Hurdes. No vivían, pues, estos monjes con los hurdanos, compartiendo sus miserias. Vivían en el valle de Batuecas, un valle de gran riqueza vegetal (como se encarga muy bien de subrayar el documental), en fuerte contraste con la miseria ecológica de Las Hurdes. Buñuel subraya este aislamiento mediante escenas un tanto bucólicas del monasterio y del valle, la fuente tranquila del monasterio, el paisaje arbolado, el río cristalino. Aún más, se detiene en rodar la gran muralla que rodea el convento, en contarnos que mide 8 kilómetros y que servía para evitar los ataques de lobos y jabalíes. Muralla, pues, que sirve de símbolo del aislamiento de la Iglesia de Las Hurdes, y su valor de prevención ante los posibles movimientos liberatorios de los hurdanos. No por casualidad se inserta esta escena del convento del valle de Batuecas entre la explotadora La Alberca y la explotada Las Hurdes. La Iglesia serviría de instrumento a la clase explotadora para acabar con las ansias revolucionarias de los hurdanos (y, dentro de los parámetros de este documental etnográfico, también con sus ansias de salir de su situación de salvajismo) mediante la predicación de la moral católica y, sobre todo, de la vida en el más allá.

En planos que los cinéfilos calificarían de “buñuelescos”, este monasterio se nos muestra casi en ruinas, tomado por sapos y culebras; y las ermitas que lo rodean, en peligrosa ruina. Con ello parece que Buñuel está juzgando el futuro de la Iglesia como infame servidora de la explotación: una suerte de predestinación (y de justicia cinematográfica) de cuando llegue la liberación (y civilización) de los hurdanos.

La alineación de la Iglesia con el partido de los ricos y explotadores es evidente en el comentario que acompaña el plano del retablo de un pueblo hurdano: “Lo único lujoso que hemos encontrado en Las Hurdes son las iglesias. Ésta se encuentra en uno de los pueblos más miserables”. El retablo es paupérrimo en comparación con lo que suele ser habitual, es un retablo de estilo neogótico (finales del XIX o principios del XX, por lo tanto), sin policromar, y con estatuas de escayola. Sin embargo, el comentario es eficacísimo porque contrasta fuertemente con la extrema miseria de los habitáculos hurdanos.

Desde la muerte del niño pobre, el documental se centra principalmente en las ideas “morales y religiosas” de los hurdanos. Se muestra cómo los hurdanos llevan a sus muertos al cementerio, cómo colocan una pequeña cruz de madera sobre cada tumba y, por último, cómo una “pregonera de la muerte” va recorriendo las calles de los pueblos por la noche agitando una campanilla. Esta mujer va diciendo: “No hay nada que mantenga mejor despierto que pensar siempre en la muerte. Rezad un Ave María por el descanso del ama de…” (y la película acaba con un plano mostrando el cielo lejano) Estos continuos pensamientos sobre la futilidad de esta vida y sobre el definitivo descanso en el más allá contribuyen, pues, a que nos hurdanos no consigan salir de su situación de explotación y barbarismo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo curioso es el contraste entre el "salvajismo" de las Hurdes ("Salvaje es el que llama a otro salvaje", decía Levi-Strauss; quizás aquí el único "salvaje" ha sido Buñuel...) y el hecho de su cristianización. ¿Cómo se puede ser, a la vez, católico y salvaje?

Otra cuestión, ya comentada, es que la dialéctica del film no se establece tanto entre propietarios y no propietarios, sino entre pueblos, entre las Hurdes y la Alberca, que sin embargo puede fungir como "símbolo" de la lucha de clases general, universal. A la miseria ecológica de las Hurdes hay que añadir los impedimentos culturales y técnicos que impiden una organización racional de la vida y la economía. Es como si el salvajismo ancestral de los hurdanos les impidiera progresar. El distanciamiento burgués con el que Buñuel trata estos asuntos, la verdad, no tiene desperdicio...

Y luego, esas frases enigmáticas...aplicadas a la educación y la religión. El narrador dice que en la escuela se les enseña a los hurdanos aritmética "como en todas partes". Hasta aquí ningún problema, dada la universalidad de las ciencias matemáticas. Pero es que luego añade que los hurdanos tienen también, "como en todas partes", una religión y una moralidad.

Otro detalle, la anciana de la fotografía dice: "No hay nada que mantenga despierto como pensar en la muerte".

Dr. Exhalante

Anónimo dijo...

Lo curioso es el contraste entre el "salvajismo" de las Hurdes ("Salvaje es el que llama a otro salvaje", decía Levi-Strauss; quizás aquí el único "salvaje" ha sido Buñuel...) y el hecho de su cristianización. ¿Cómo se puede ser, a la vez, católico y salvaje?

Otra cuestión, ya comentada, es que la dialéctica del film no se establece tanto entre propietarios y no propietarios, sino entre pueblos, entre las Hurdes y la Alberca, que sin embargo puede fungir como "símbolo" de la lucha de clases general, universal. A la miseria ecológica de las Hurdes hay que añadir los impedimentos culturales y técnicos que impiden una organización racional de la vida y la economía. Es como si el salvajismo ancestral de los hurdanos les impidiera progresar. El distanciamiento burgués con el que Buñuel trata estos asuntos, la verdad, no tiene desperdicio...

Y luego, esas frases enigmáticas...aplicadas a la educación y la religión. El narrador dice que en la escuela se les enseña a los hurdanos aritmética "como en todas partes". Hasta aquí ningún problema, dada la universalidad de las ciencias matemáticas. Pero es que luego añade que los hurdanos tienen también, "como en todas partes", una religión y una moralidad.

Dr. Exhalante

Anónimo dijo...

Lo curioso es el contraste entre el "salvajismo" de las Hurdes ("Salvaje es el que llama a otro salvaje", decía Levi-Strauss; quizás aquí el único "salvaje" ha sido Buñuel...) y el hecho de su cristianización. ¿Cómo se puede ser, a la vez, católico y salvaje?

Otra cuestión, ya comentada, es que la dialéctica del film no se establece tanto entre propietarios y no propietarios, sino entre pueblos, entre las Hurdes y la Alberca, que sin embargo puede fungir como "símbolo" de la lucha de clases general, universal. A la miseria ecológica de las Hurdes hay que añadir los impedimentos culturales y técnicos que impiden una organización racional de la vida y la economía. Es como si el salvajismo ancestral de los hurdanos les impidiera progresar. El distanciamiento burgués con el que Buñuel trata estos asuntos, la verdad, no tiene desperdicio...

Y luego, esas frases enigmáticas...aplicadas a la educación y la religión. El narrador dice que en la escuela se les enseña a los hurdanos aritmética "como en todas partes". Hasta aquí ningún problema, dada la universalidad de las ciencias matemáticas. Pero es que luego añade que los hurdanos tienen también, "como en todas partes", una religión y una moralidad.

Dr. Exhalante