lunes, mayo 08, 2006

Nueve cartas a Berta (1966), de Basilio M. Patino

Basilio Martin Patino, nacido en Salamanca en 1930, escribió y dirigó en 1966 su primer largometraje: Nueve Cartas a Berta, película agasajada con numerosos galardones, entre ellos la Concha de Plata del Festival de San Sebastian. Además de las Cartas, Patino es también autor de varias películas. A nosotros nos interesan, en especial, Queridísimos verdugos (1973), Canciones para después de una guerra (1971) o Caudillo (1974), debido a su gran pregnancia en el desarrollo del cine político español.

Nueve cartas a Berta es el resultado cinematográfico de unas ciertas tendencias «aperturistas» que comenzaron a impregnar el cine español ya desde la celebración del V Congreso del Partido comunista, con su política de «reconciliación nacional» que se plasmaría en la filosofía alternativa del Cineclub SEU de Salamanca, dirigido precisamente por Patino. Las famosas Conversaciones cinematográficas salmantinas reunieron a un elenco heterogeneo, desde los marxistas Patino o Bardem a los falangistas de «izquierdas» como Arroita-Jaúregui o García Suárez.

Se trataba de proponer un nuevo cine social capaz de ofrecer un retrato más veraz de la realidad española, supuestamente dejada de lado por el cine comercial y «político» anterior. En aquel contexto, Bardem pronunciaría su célebre sentencia sobre nuestro cine, aún recordada: «el cine español es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico».

Nueve cartas, con un aire reconocible de Nouvelle Vague hispánico y salmaticense modo, narra las peripecias de un joven español, «pinta y descarado» al que se le ofrece la oportunidad de estudiar «en el extranjero», lugar desde el que dirige diez menos una epístolas a su novia de provincias.

En un tono sombrío, hosco y depresivo, Patino se acerca a la «realidad española» con ese aparentemente frío documentalismo que, en el fondo, esconde los más variados presupuestos morales e ideológicos. Esto es lo que, por nuestra parte, reprochamos al «cine social» realista (ese mismo gusto por la «realidad» por el que clamaba, en su artículo de 1954, Arroita-Jáuregui), al menos por lo que hace a su nematología (o justificación interna). La visión que proyecta Patino sobre la realidad española, simbolizada por Salamanca, ciudad imperial, escenario del Siglo de Oro, tumba del saber tradicional español, cuna aún del casticismo; no es desde luego una mirada «pura» y desnuda, libre de juicios. Como Bardem, Patino ve el mundo desde esa peculiar perspectiva, digamos, bohemio-burgues-marxista…

La voz en off, de Emilio Gutierrez Caba, nos habla de modo quedo, oscuro, como no queriendo llegar a romper aquel «tiempo de silencio» del régimen anterior. De nuevo, surge la oposición entre la Vieja España (en medio de varias menciones a los versos de Machado: «Una de las dos españas ha de helarte el corazón») y la Joven humanidad resuelta entonces a transformar las cosas. Pese a gozar de una existencia burguesa relativamente tranquila, el joven Lorenzo se nos aburre y amohina, tiene deseos de regeneración y síntomas de «angustia vital» incomprendidos por los «viejos españoles» («Es como si no me valiera nada de nada de lo que me han enseñado», dice el angustiado estudiante).

El contexto religioso del II Concilio Vaticano resulta, por cierto, de la mayor importancia en la película. Se aboga por un cristianismo interiorizado, crítico con el catolicismo exterior, de procesión y casticismo, una espiritualidad nueva y protestantizada que pueda «hablar con Dios directamente, sin retórica». En este sentido, Nueve Cartas muestra con claridad el papel del Concilio y de la protestantización del catolicismo como adelantados del progresismo político que iba a tomar cuerpo en la España de los siguientes años. La retórica y la estética del film se ponen al servicio de esta propuesta «protestante»; sólo desde aquí se comprende la atención por el verbalismo, el interiorismo, el silencio, el rechazo por las manifestaciones externas…temas tan queridos por los existencialistas y los partidarios del aggiornamento.

Sin duda, Nueve Cartas a Berta debió provocar prolongados e intensos bostezos entre los espectadores, acostumbrados al «casticismo» y al cine extrovertido. Debo decir que aún los continúa provocando.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Que distinto a la vision que daba del Concilio el Paco Martinez Soria de Se armó el Belén!

Enhorabuena, y sigan así

Anónimo dijo...

Nueve Cartas a Berta sí que es intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo y comercialmente raquítimo.

Me gusta mucho este blog.

Ánimo

Anónimo dijo...

Ay!...como son estos chicos de la derecha. Gracias a gente como Patino que lucharon por la libertad ahora podeis escribir estas cosas

Anónimo dijo...

Diga usted que sí. ¡Y abajo el casticismo!