
lunes, mayo 22, 2006
¡Qué grande es el cine político hispano!

domingo, mayo 21, 2006
Pepermint Frappe (1967), de Carlos Saura

martes, mayo 16, 2006
Las últimas horas: cine político monárquico

domingo, mayo 14, 2006
La terra trema (1948), de Luchino Visconti

La dialéctica de clases (pescadores contra mercaderes) y de ideas (las viejas ideas conformistas frente a las nuevas y heroicas ideas ¿comunistas?) la concentra Visconti en el punto de vista del protagonista y héroe del drama: ‘Ntoni. Este es un joven pescador de Aci Trezza que despierta a la conciencia de la explotación a la que una estructura corporativista (en la escena final aparecen leyendas mussolinianas dentro de la oficina de los contratistas) obliga a esta pobre sociedad de pescadores. Desde esta nueva conciencia, ganada a través del duro trabajo y la lucha por la supervivencia, ‘Ntoni emprenderá un nuevo camino hacia la libertad individual. Afrontará no sólo la resistencia de las estructuras económicas, jurídicas y policiales del Estado, sino la reticencia «colectivista» y tradicional de los lugareños. De hecho, lo que el protagonista pretende no es tanto una revolución social, al modo colectivista-comunista, sino establecerse como trabajador autónomo, liberado. Y, de hecho, da los pasos oportunos: hipoteca la casa, obtiene un préstamo bancario, compra nuevos materiales y se hace a la mar con su recién adquirida independencia. Sin embargo, la mala fortuna y la opresión de las estructuras económicas impedirán que prospere esta breve experiencia de libertad personal.
‘Ntoni no es sólo un héroe romántico e idealista puro, a la manera de Ludwig, sino un emprendedor fallido. Su empresa «egoísta» le ha conducido a la ruina primero económica y más tarde moral, al recibir el desprecio social, de parte de esa «alma colectiva» que aún no ha despertado a la conciencia subjetiva. Sin embargo, su heroico enfrentamiento con las estructuras termina por producir frutos inesperados, al recibir el pueblo nuevas ayudas en capital (de parte de una condesa a la que Visconti saca atiborrándose de pastas y con gafas de sol) que les permitirán hacerse con nuevas barcas, promesa segura de un futuro aumento en la productividad. ‘Ntoni, desplazado, se transfigura así en una especie de Prometeo involuntario, románticamente incomprendido por causa de la estolidez de una cultura tradicional y de unas estructuras económias obsoletas, que no permiten la liberación de las fuerzas productivas.
A pesar de que el film se ha leído en clave anti-capitalista, y al margen incluso de lo que pudiera pensar el autor, en realidad pensamos que la dialéctica de La terra trema no se establece, sencillamente, entre poseedores y desposeídos, proletarios y capitalistas, sino entre cultura tradicional e individualismo, entre corporativismo y empresarialidad. No es el «capitalismo» (¿qué capitalismo?) sino la falta de una estructura jurídica (y también mental, cultural) favorable al capitalismo privado, aquello que ahoga la iniciativa personal del protagonista, devolviéndole del tiempo heroico de la ilusión (kairos), al tiempo del trabajo esclavo y el conformismo popular (el tiempo «crónico» que permite a Visconti dotar a la trama de una estructura circular angustiosa).
viernes, mayo 12, 2006
Alma de Dios (1941), de Ignacio F. Iquino
Horrible film; only interesting by: 1) it's a historical document about the moral situation after the Spanish civil war (absolutely ridiculous). 2) the valuable work of two great players: José Isbert and Paco Martínez Soria. A fully calamity from the technical point of view. The sixth film of Ignacio F. Iquino that developed a both long and poor career.

lunes, mayo 08, 2006
La cinematografía y las artes de José Camón Aznar

II.- El color en el cine
Camón Aznar comienza afirmando que:
“el color en arte es siempre artificial. Cada escuela y aun cada artita ve la naturaleza con unas tintas diferentes. Y estas versiones pictóricamente arbitrarias son, sin embargo, las que nos dan una impresión más mordiente y viva de la realidad”.
Una coloración fotográfica, propia del cine, resulta “lacia y miserable”. Las películas en color, por un lado, presentan un mundo irreal:
“Nos entregan un mundo desvanecido, de opaca materia, con unas pesadas entonaciones oscuras, con cielos macizos y fisonomías pálidas o amuñecadas (…) Mucho más que en las cintas monocromas, en estas coloreadas nos representa el cine un universo de fantasmas. (…) Y hasta nos atrevemos a afirmar que cuanto más progrese la técnica y con mayor acuidad refleje la realidad, las películas resultarán más vagorosas y mortecinas y en definitiva más infieles a esa misma realidad”.
“No sólo cada artista, sino cada hombre ve el mundo con una coloración distinta. Y todos nos sentimos traicionados cuando en el cine advertimos una policromía que es posible que sea la real, pero que desde luego no es lo que nosotros percibimos o imaginemos. (…) Con sólo las imágenes en blanco y negro, la imaginación evoca un mundo que puede adaptarse a su personal concepción de la naturaleza. Y es este margen concedido a la intimidad del espectador lo que hace que este cine monocromo tenga más puros valores estéticos que el cine en color”
“Una época no es sólo un conjunto de atuendos y ambientes distintos de los nuestros. Es, sobre todo, un repertorio de ideas y de costumbres que modelan de una manera singular las fisonomías y actitudes. Nunca un hombre de hoy, por gran cómico que sea, se podrá subrogar en la personalidad de un antiguo”.
IV.- Irrealidad del Arte
Esta “auténtica realidad” no es la realidad cotidiana y materialista, óptica, fotográfica, sino la realidad poética y sublime.
“Un empacho de realidad alejará del cine a la humanidad con un poco de espíritu. El Arte es siempre liberación del cotidianismo. Y este mundo táctil, plebeyo y cercano, es el que el cine quiere utilizar en unas historias que con este material tendrán que ser tambien crudas y vulgares”.
“Observemos los escenarios de las viejas películas. Todas se hallan abrumadas de accesorios que tienden a reconstruir con fidelidad el ambiente del film. Y, sin embargo, esa escenografía nos produce una impresión confusa. Le perjudica a sus cualidades emotivas. En la película española El Escándalo, la acción no alcanza su plenitud dramática por esa exuberancia de muebles y accesorios isabelinos que encombran su escenografía”.
Nueve cartas a Berta (1966), de Basilio M. Patino

Nueve cartas, con un aire reconocible de Nouvelle Vague hispánico y salmaticense modo, narra las peripecias de un joven español, «pinta y descarado» al que se le ofrece la oportunidad de estudiar «en el extranjero», lugar desde el que dirige diez menos una epístolas a su novia de provincias.

domingo, mayo 07, 2006
Zalacaín el aventurero (Juan de Orduña, 1955)

I
Zalacaín, el aventurero, adaptación de la novela homónima de Pío Baroja, no es, ciertamente, una película política. A manos de Juan de Orduña, la novela se transforma en un entretenido melodrama de tintes románticos (cementerio y rapto de doncella en un convento, incluidos). Podemos, sin embargo, entresacar algunos apuntes.
II
Es de resaltar la visión ambigua que se tiene de lo mercantil. Siguiendo la estela de los adultos de Ch. Dickens, la película presenta a un mezquino director de circo (precisamente de un circo, el ámbito de los “sueños” y de lo “poético” antimercantil) que maltrata a su sobrina por dejar pasar a Zalacaín sin haber pagado su entrada, y que también explota a una niña domadora de leones. El abuelo de Zalacaín se enfrenta a este “explotador de niños”, como él le llama, y le acusa de exponer la vida de la niña tan sólo por ganar unos cuartos. Sin embargo, el mismo abuelo, antes de morir, aconseja a Zalacaín (que, como hombre de acción, se inclina a la guerra) que no se meta soldado, sino que se dedique a comerciar entre un bando y otro. “No vayas de soldado. Al comercio, hijo, al comercio. Les compras a unos y les vendes a los otros”, le dice. El comercio sería una actividad lucrativa más allá de los “partidos contendientes”. Según la sabiduría popular, encarnada en el abuelo, tomar partido en la guerra conllevaría la ruina personal y familiar. El comercio sería una actividad más segura y más próspera, no exenta de cierta picaresca y cinismo.
III
Zalacaín es una muestra más de cierto apoliticismo que afecta a un buen número de películas franquistas. La acción transcurre durante la tercera guerra carlista. Pero es una guerra que sirve más bien de decorado de la acción y que nunca pasa a formar parte de la motivación de los personajes. El pueblo no la ve como algo suyo. No toma partido ni por los carlistas ni por los liberales. Es más, parece que desconocen las razones de la guerra. La gente es obligada a la fuerza a alistarse en una contienda sentida como ajena. En diversos momentos los personajes señalan que no son políticos, expresando su neutralidad, o más bien fastidio por una guerra que destroza sus pueblos, haciendas y vidas. Parecen desear la paz, no importa ganen los carlistas o los liberales.
De hecho, la película deja entrever un tercer bando, el de los contrabandistas (y el de los comerciantes), que está más allá de los carlistas y liberales. Trafican con armas y con comida, y atracan a las personas que se mueven por tan peligrosos e inestables caminos. Ellos también se declaran como “no políticos”, y atienden tan sólo a las ganancias personales del momento. Ellos, como el pueblo, también se sienten ajenos a la guerra, que tan sólo es una circunstancia objetiva en la que hay que sobrevivir.
IV
Como curiosidad, en Zalacaín se dan muchas muestras de folklorismo vasco. Se recrea en costumbres, bailes y canciones tradicionales vascas, sobre todo en la boda de la hermana de Zalacaín (interpretada por María Dolores Pradera). Ésta incluso llega a cantar un Zortziko que comienza: “Alegre el txistulari, su txistu y su tambor, y viene el bertzolari con su verso mejor”. Ni un montañés nacionalista vasco podría haber escrito tantos tópicos en una sola frase. Sirva como prueba de que en el cine franquista no existía la represión de la “cultura vasca”, y que incluso se complacía recreándola.
Otro detalle. Los mercenarios llevan en cierto momento a Zalacaín y a su cuñado a una venta donde se canta y se baila jotas navarras. El jefe le pregunta si son vascongados (a lo que responden que sí), y él se refiere a sí mismo y a los suyos como navarros.
sábado, mayo 06, 2006
¡Arriba Azaña!

viernes, mayo 05, 2006
Todos somos necesarios


jueves, mayo 04, 2006
¡A la felicidad por la electrónica!

La caza (1965), de Carlos Saura


miércoles, mayo 03, 2006
Román Gubern, ese hombre
«El CINE ESPAÑOL REALIZADO BAJO LA PROLONGADA DICTADURA del general Franco constituye un corpus precioso para quien quiera estudiar los fenómenos culturales patológicos, las perversiones de la imaginación, las frustraciones colectivas el cretinismo como sistema y modelo artístico. Su estudio resulta más fructífero e idóneo para el sociólogo, el antropólogo y el psicoanalista que para el historiador de arte.»

«(…) podría decirse que el concepto A1 de «tiempo de silencio» es un concepto estándar en nuestro presente, tal como es entendido por todos (y son la mayoría) de quienes hablan de una «transición democrática» que dejó atrás a la «dictadura» del General Franco (…) El «tiempo de silencio» A1 es, sencillamente, al menos en extensión (y, en gran medida también, se supone que en la definición del concepto derivado de «dictadura»), el tiempo de la dictadura franquista, los «cuarenta años» contados, bien sea desde 1936 a 1975, bien sea contados desde 1939 a 1978. Después del «tiempo de silencio» nos encontramos en el «tiempo de la libertad», que será, ante todo, «libertad de expresión» (¡habla, pueblo, habla!), «libertad de prensa», «libertad de opinión», «libertad de cátedra»; en resumen, las «libertades» derivadas del hecho de haberse roto las mordazas que imponían el silencio en el período de la «dictadura.»
martes, mayo 02, 2006
Siete días de enero (1979), de Juan Antonio Bardem



NO-DO (Noticiario y Documentales)

lunes, mayo 01, 2006
Juventud a la intemperie (1961), de Ignacio F. Iquino
«He aqui el escenario, la urdidumbre de cualquier gran ciudad del mundo. Entre sus tentáculos de cemento, entre el humo y el estrépito, la aglomeración y el desasosiego, acosada y tentada por las más bajas solicitudes de la corrupcion espiritual, alientan extensos núcleos de una juventud sin ideales. Los esfuerzos realizados por los estadistas y las entidades seculares para arropar el desangelamiento moral de las nuevas generaciones sin amor al pasado ni fe en el futuro, que viven como en un estado de angustia nacido del caos que provocó la ultima contienda universal, no han bastado para evitar que, junto a una juventud que se prepara para construir un mundo mejor, enardecida de nobles ambiciones, se agite y se consuma en el nirvana de su desaliento, y en los percances morbosos de cada dia, otra juventud que vive a la intemperie.»
