martes, octubre 03, 2006
Fragmento de "Aurora de esperanza"
Todo un ejemplo de moralidad progresista y conciencia revolucionaria.
Del film, Aurora de esperanza (Antonio Sau, 1936)
viernes, septiembre 15, 2006
José Antonio Nieves Conde (1911 - 2006)

sábado, septiembre 09, 2006
Alatriste y el cine del imperio
El cine sobre el imperio español es muy escaso. Pese a que es habitual la identificación entre el cine del "franquismo" y el historicismo nacionalcatólico, tal como se parodia en Esa pareja feliz (Berlanga y Bardem, 1951), el "cine imperial" nunca tuvo muchos representantes. Alba de América (Juán de Orduña, 1951), por ejemplo, trataba más sobre el "el cine del descubrimiento", que muchas décadas más tardes retomara Ridley Scott. El título del libro de Paco Ignacio Taibo I, Un cine para un imperio (Editorial Oberon, 2002) no deja de ser una extravagancia que retrata mejor la obsesión "progresista" por encontrar a toda cosa elementos "imperialistas" de nuestro cine. Antes del 2006, la obra más representativa del imperio había sido El dorado (Carlos Saura, 1988), la producción más cara de su época. Fuera de nuestras latitudes, destaca ante todo el film de Werner Herzog Aguirre, la cólera de Dios, una poderosa parábola sobre el conflicto entre legitimidad política y espíritu personal de conquista. Otra prueba más del desinterés general de nuestros cineastas por el imperio es La marrana (José Luis Cuerda, 1992), una especie de comedia pícara sobre la época del descubrimiento.
Cuando en los años noventa el periodista Arturo Pérez Reverte inició su carrera literaria con la saga de Alatriste no era difícil pronosticar que vendría una versión cinematográfica. Los responsables, desgraciadamente, han sido Agustín Díaz Yanes (dirección) y Ray Loriga (guión). Era prácticamente imposible destrozar un material tan interesante como el de Alatriste, por supuesto, y los resultados han alcanzado el notable.
Alatriste, situado en el tardoimperio español, en pleno siglo de oro, podría considerarse -retomando la cuestión que Marcelo Arroita-Jáuregui planteaba en 1952-, un cine a la vez español y de "temas españoles". Además, es un buen ejemplo formal de cine de caracteres, shakespeariniano, distinción apreciable en la elección del título ("El capitán Alatriste") frente al cine dialéctico puro, calderoniano, según aquella distinción que dejara Menéndez Pelayo en la Historia de las ideas estéticas en España.
Materialmente, el film se deja llevar por una interpretación de la historia de España típicamente "progresista", y quizás anarquista, no del todo incompatible con algunas partes de la "leyenda negra". El capitán Alatriste es, ante todo, un héroe individualista que junto con sus compañeros de armas lucha por la supervivencia en un mundo fatalista, tenebrista, barroco, donde la vida se parece a la letanía hobbesiana: "sucia, brutal y corta". La Inquisición se opone al amor legítimo, persigue y tortura a los herejes -en otra concesión negrolegendaria- y sólo proporciona una trascendencia vana que no consigue conjurar el nihilismo cotidiano ("¿Sabes que después no hay nada, verdad?"). El rey es un imbécil y un "hijodeputa" que roba a sus súbditos y escamotea el sueldo de los soldados para alfombrar sus palacios. De los nobles y los "grandes de España" no puede decirse nada mucho mejor. Y toda España languidece, en general, en un mundo social autoritario -con la paradoja de un arte resplandeciente, como nunca ha conocido nuestra historia.
Alatriste y su violencia peckinpahiana, que tanto recuerda a la estructura dialéctica de La cruz de hierro (Peckinpah, 1977) toma partido por la lucha de clases, con preferencia a la lucha de estados. Esto se aprecia en el asedio de Breda, narrado desde el punto de vista de una milicia deprimida pero heroica, arrastrada en el barro de la guerra, huyendo del azufre infernal y de un enemigo desconocido. La misma "lucha de clases" que destaca el Alatriste malherido por el italiano Malatesta, en una de las escenas finales: "Martin, no sé cómo lo hacemos, pero siempre terminamos matándonos entre nosotros", el mismo vaticinio fatal que recogerán los versos de Machado: "Una de las dos Españas ha de helarte el corazón". A pesar de que las pendencias y traiciones de Alatriste suelen interpretarse psicológicamente, apelando al "alma negra" del capitán, en realidad se entenderían mejor -al margen incluso de las "intenciones" de los autores- dentro de la dialéctica de la obra, cuyo fatalismo obliga al enfrentamiento entre iguales. Alatriste nunca deja de ser un héroe anti heroíco;el "alma negra" no le pertenece a él, sino al Imperio.
Incluso el patriotismo final es antiheroico y algo deudor del "heroísmo absurdo". Aunque siga siendo cierto que un tercio español nunca se rinde.

También en BilbaoPundit.
miércoles, julio 19, 2006
Gran superficie, documental anticonsumista

jueves, junio 22, 2006
Aurora de esperanza (Sau, 1936)

«El 23 de julio de 1936 los trabajadores de Espectáculos de Barcelona celebran asambleas para reorganizarse en el marco de la colectivización de la Industria de Espectáculos Públicos: cine, teatro, música... Asumen el concepto confederal del Comunismo Libertario del Congreso de la CNT de mayo de 1936 en Zaragoza: abolición de la propiedad privada, extinción del Estado y del principio de autoridad, etc. Desaparecen así las condiciones impuestas por el Poder que divide a los hombres en explotadores y explotados, en dirigentes y dirigidos».

El allanamiento, la destrucción de propiedad privada, las injurias y las amenazas quedan justificadas en el contexto de la indignación revolucionaria. Aquello que decía Trotsky: Su moral y la nuestra.
lunes, mayo 22, 2006
¡Qué grande es el cine político hispano!

domingo, mayo 21, 2006
Pepermint Frappe (1967), de Carlos Saura

martes, mayo 16, 2006
Las últimas horas: cine político monárquico

domingo, mayo 14, 2006
La terra trema (1948), de Luchino Visconti

La dialéctica de clases (pescadores contra mercaderes) y de ideas (las viejas ideas conformistas frente a las nuevas y heroicas ideas ¿comunistas?) la concentra Visconti en el punto de vista del protagonista y héroe del drama: ‘Ntoni. Este es un joven pescador de Aci Trezza que despierta a la conciencia de la explotación a la que una estructura corporativista (en la escena final aparecen leyendas mussolinianas dentro de la oficina de los contratistas) obliga a esta pobre sociedad de pescadores. Desde esta nueva conciencia, ganada a través del duro trabajo y la lucha por la supervivencia, ‘Ntoni emprenderá un nuevo camino hacia la libertad individual. Afrontará no sólo la resistencia de las estructuras económicas, jurídicas y policiales del Estado, sino la reticencia «colectivista» y tradicional de los lugareños. De hecho, lo que el protagonista pretende no es tanto una revolución social, al modo colectivista-comunista, sino establecerse como trabajador autónomo, liberado. Y, de hecho, da los pasos oportunos: hipoteca la casa, obtiene un préstamo bancario, compra nuevos materiales y se hace a la mar con su recién adquirida independencia. Sin embargo, la mala fortuna y la opresión de las estructuras económicas impedirán que prospere esta breve experiencia de libertad personal.
‘Ntoni no es sólo un héroe romántico e idealista puro, a la manera de Ludwig, sino un emprendedor fallido. Su empresa «egoísta» le ha conducido a la ruina primero económica y más tarde moral, al recibir el desprecio social, de parte de esa «alma colectiva» que aún no ha despertado a la conciencia subjetiva. Sin embargo, su heroico enfrentamiento con las estructuras termina por producir frutos inesperados, al recibir el pueblo nuevas ayudas en capital (de parte de una condesa a la que Visconti saca atiborrándose de pastas y con gafas de sol) que les permitirán hacerse con nuevas barcas, promesa segura de un futuro aumento en la productividad. ‘Ntoni, desplazado, se transfigura así en una especie de Prometeo involuntario, románticamente incomprendido por causa de la estolidez de una cultura tradicional y de unas estructuras económias obsoletas, que no permiten la liberación de las fuerzas productivas.
A pesar de que el film se ha leído en clave anti-capitalista, y al margen incluso de lo que pudiera pensar el autor, en realidad pensamos que la dialéctica de La terra trema no se establece, sencillamente, entre poseedores y desposeídos, proletarios y capitalistas, sino entre cultura tradicional e individualismo, entre corporativismo y empresarialidad. No es el «capitalismo» (¿qué capitalismo?) sino la falta de una estructura jurídica (y también mental, cultural) favorable al capitalismo privado, aquello que ahoga la iniciativa personal del protagonista, devolviéndole del tiempo heroico de la ilusión (kairos), al tiempo del trabajo esclavo y el conformismo popular (el tiempo «crónico» que permite a Visconti dotar a la trama de una estructura circular angustiosa).
viernes, mayo 12, 2006
Alma de Dios (1941), de Ignacio F. Iquino
Horrible film; only interesting by: 1) it's a historical document about the moral situation after the Spanish civil war (absolutely ridiculous). 2) the valuable work of two great players: José Isbert and Paco Martínez Soria. A fully calamity from the technical point of view. The sixth film of Ignacio F. Iquino that developed a both long and poor career.

lunes, mayo 08, 2006
La cinematografía y las artes de José Camón Aznar

II.- El color en el cine
Camón Aznar comienza afirmando que:
“el color en arte es siempre artificial. Cada escuela y aun cada artita ve la naturaleza con unas tintas diferentes. Y estas versiones pictóricamente arbitrarias son, sin embargo, las que nos dan una impresión más mordiente y viva de la realidad”.
Una coloración fotográfica, propia del cine, resulta “lacia y miserable”. Las películas en color, por un lado, presentan un mundo irreal:
“Nos entregan un mundo desvanecido, de opaca materia, con unas pesadas entonaciones oscuras, con cielos macizos y fisonomías pálidas o amuñecadas (…) Mucho más que en las cintas monocromas, en estas coloreadas nos representa el cine un universo de fantasmas. (…) Y hasta nos atrevemos a afirmar que cuanto más progrese la técnica y con mayor acuidad refleje la realidad, las películas resultarán más vagorosas y mortecinas y en definitiva más infieles a esa misma realidad”.
“No sólo cada artista, sino cada hombre ve el mundo con una coloración distinta. Y todos nos sentimos traicionados cuando en el cine advertimos una policromía que es posible que sea la real, pero que desde luego no es lo que nosotros percibimos o imaginemos. (…) Con sólo las imágenes en blanco y negro, la imaginación evoca un mundo que puede adaptarse a su personal concepción de la naturaleza. Y es este margen concedido a la intimidad del espectador lo que hace que este cine monocromo tenga más puros valores estéticos que el cine en color”
“Una época no es sólo un conjunto de atuendos y ambientes distintos de los nuestros. Es, sobre todo, un repertorio de ideas y de costumbres que modelan de una manera singular las fisonomías y actitudes. Nunca un hombre de hoy, por gran cómico que sea, se podrá subrogar en la personalidad de un antiguo”.
IV.- Irrealidad del Arte
Esta “auténtica realidad” no es la realidad cotidiana y materialista, óptica, fotográfica, sino la realidad poética y sublime.
“Un empacho de realidad alejará del cine a la humanidad con un poco de espíritu. El Arte es siempre liberación del cotidianismo. Y este mundo táctil, plebeyo y cercano, es el que el cine quiere utilizar en unas historias que con este material tendrán que ser tambien crudas y vulgares”.
“Observemos los escenarios de las viejas películas. Todas se hallan abrumadas de accesorios que tienden a reconstruir con fidelidad el ambiente del film. Y, sin embargo, esa escenografía nos produce una impresión confusa. Le perjudica a sus cualidades emotivas. En la película española El Escándalo, la acción no alcanza su plenitud dramática por esa exuberancia de muebles y accesorios isabelinos que encombran su escenografía”.
Nueve cartas a Berta (1966), de Basilio M. Patino

Nueve cartas, con un aire reconocible de Nouvelle Vague hispánico y salmaticense modo, narra las peripecias de un joven español, «pinta y descarado» al que se le ofrece la oportunidad de estudiar «en el extranjero», lugar desde el que dirige diez menos una epístolas a su novia de provincias.

domingo, mayo 07, 2006
Zalacaín el aventurero (Juan de Orduña, 1955)

I
Zalacaín, el aventurero, adaptación de la novela homónima de Pío Baroja, no es, ciertamente, una película política. A manos de Juan de Orduña, la novela se transforma en un entretenido melodrama de tintes románticos (cementerio y rapto de doncella en un convento, incluidos). Podemos, sin embargo, entresacar algunos apuntes.
II
Es de resaltar la visión ambigua que se tiene de lo mercantil. Siguiendo la estela de los adultos de Ch. Dickens, la película presenta a un mezquino director de circo (precisamente de un circo, el ámbito de los “sueños” y de lo “poético” antimercantil) que maltrata a su sobrina por dejar pasar a Zalacaín sin haber pagado su entrada, y que también explota a una niña domadora de leones. El abuelo de Zalacaín se enfrenta a este “explotador de niños”, como él le llama, y le acusa de exponer la vida de la niña tan sólo por ganar unos cuartos. Sin embargo, el mismo abuelo, antes de morir, aconseja a Zalacaín (que, como hombre de acción, se inclina a la guerra) que no se meta soldado, sino que se dedique a comerciar entre un bando y otro. “No vayas de soldado. Al comercio, hijo, al comercio. Les compras a unos y les vendes a los otros”, le dice. El comercio sería una actividad lucrativa más allá de los “partidos contendientes”. Según la sabiduría popular, encarnada en el abuelo, tomar partido en la guerra conllevaría la ruina personal y familiar. El comercio sería una actividad más segura y más próspera, no exenta de cierta picaresca y cinismo.
III
Zalacaín es una muestra más de cierto apoliticismo que afecta a un buen número de películas franquistas. La acción transcurre durante la tercera guerra carlista. Pero es una guerra que sirve más bien de decorado de la acción y que nunca pasa a formar parte de la motivación de los personajes. El pueblo no la ve como algo suyo. No toma partido ni por los carlistas ni por los liberales. Es más, parece que desconocen las razones de la guerra. La gente es obligada a la fuerza a alistarse en una contienda sentida como ajena. En diversos momentos los personajes señalan que no son políticos, expresando su neutralidad, o más bien fastidio por una guerra que destroza sus pueblos, haciendas y vidas. Parecen desear la paz, no importa ganen los carlistas o los liberales.
De hecho, la película deja entrever un tercer bando, el de los contrabandistas (y el de los comerciantes), que está más allá de los carlistas y liberales. Trafican con armas y con comida, y atracan a las personas que se mueven por tan peligrosos e inestables caminos. Ellos también se declaran como “no políticos”, y atienden tan sólo a las ganancias personales del momento. Ellos, como el pueblo, también se sienten ajenos a la guerra, que tan sólo es una circunstancia objetiva en la que hay que sobrevivir.
IV
Como curiosidad, en Zalacaín se dan muchas muestras de folklorismo vasco. Se recrea en costumbres, bailes y canciones tradicionales vascas, sobre todo en la boda de la hermana de Zalacaín (interpretada por María Dolores Pradera). Ésta incluso llega a cantar un Zortziko que comienza: “Alegre el txistulari, su txistu y su tambor, y viene el bertzolari con su verso mejor”. Ni un montañés nacionalista vasco podría haber escrito tantos tópicos en una sola frase. Sirva como prueba de que en el cine franquista no existía la represión de la “cultura vasca”, y que incluso se complacía recreándola.
Otro detalle. Los mercenarios llevan en cierto momento a Zalacaín y a su cuñado a una venta donde se canta y se baila jotas navarras. El jefe le pregunta si son vascongados (a lo que responden que sí), y él se refiere a sí mismo y a los suyos como navarros.
sábado, mayo 06, 2006
¡Arriba Azaña!

viernes, mayo 05, 2006
Todos somos necesarios


jueves, mayo 04, 2006
¡A la felicidad por la electrónica!

La caza (1965), de Carlos Saura


miércoles, mayo 03, 2006
Román Gubern, ese hombre
«El CINE ESPAÑOL REALIZADO BAJO LA PROLONGADA DICTADURA del general Franco constituye un corpus precioso para quien quiera estudiar los fenómenos culturales patológicos, las perversiones de la imaginación, las frustraciones colectivas el cretinismo como sistema y modelo artístico. Su estudio resulta más fructífero e idóneo para el sociólogo, el antropólogo y el psicoanalista que para el historiador de arte.»

«(…) podría decirse que el concepto A1 de «tiempo de silencio» es un concepto estándar en nuestro presente, tal como es entendido por todos (y son la mayoría) de quienes hablan de una «transición democrática» que dejó atrás a la «dictadura» del General Franco (…) El «tiempo de silencio» A1 es, sencillamente, al menos en extensión (y, en gran medida también, se supone que en la definición del concepto derivado de «dictadura»), el tiempo de la dictadura franquista, los «cuarenta años» contados, bien sea desde 1936 a 1975, bien sea contados desde 1939 a 1978. Después del «tiempo de silencio» nos encontramos en el «tiempo de la libertad», que será, ante todo, «libertad de expresión» (¡habla, pueblo, habla!), «libertad de prensa», «libertad de opinión», «libertad de cátedra»; en resumen, las «libertades» derivadas del hecho de haberse roto las mordazas que imponían el silencio en el período de la «dictadura.»
martes, mayo 02, 2006
Siete días de enero (1979), de Juan Antonio Bardem



NO-DO (Noticiario y Documentales)

lunes, mayo 01, 2006
Juventud a la intemperie (1961), de Ignacio F. Iquino
«He aqui el escenario, la urdidumbre de cualquier gran ciudad del mundo. Entre sus tentáculos de cemento, entre el humo y el estrépito, la aglomeración y el desasosiego, acosada y tentada por las más bajas solicitudes de la corrupcion espiritual, alientan extensos núcleos de una juventud sin ideales. Los esfuerzos realizados por los estadistas y las entidades seculares para arropar el desangelamiento moral de las nuevas generaciones sin amor al pasado ni fe en el futuro, que viven como en un estado de angustia nacido del caos que provocó la ultima contienda universal, no han bastado para evitar que, junto a una juventud que se prepara para construir un mundo mejor, enardecida de nobles ambiciones, se agite y se consuma en el nirvana de su desaliento, y en los percances morbosos de cada dia, otra juventud que vive a la intemperie.»

viernes, abril 28, 2006
Las mujeres de «Raza»




La calle de Edgar Neville



jueves, abril 27, 2006
Los últimos de Filipinas, heroísmo absurdo

I
“Los últimos de Filipinas” de Antonio Román narra las peripecias de un destacamento español que se quedó aislado durante la guerra de la independencia filipina (1898) y que siguió resistiendo seis meses después de acabada la guerra. La película se sitúa en la línea de infundir heroísmo a la sociedad española que ya aparece también en “Raza” de José Luis Sáenz de Heredia. En Raza el estamento militar, simbolizado en José, se opone al modo de vida burgués y su cobardía a la hora de defender a España de su destrucción. El valor que había hecho de España un gran imperio, y que había hecho famosos a sus guerreros y soldados, se creía perdido. Si había de volver a ser una España grande, había que volver a infundir el valor y el heroísmo entre los españoles. En “Los últimos de Filipinas” se expone una curiosa “fenomenología” del heroísmo: en concreto de lo que llamaremos “heroísmo absurdo” o “heroísmo fideísta”.
II.- Heroísmo del deber
El destacamento se mueve por la moral típicamente militar de “obedecer las órdenes de la superioridad”, como repetidamente se dice en la película. Ya desde el principio el capitán expone claramente este principio al teniente Martín:
“Capitán: Ni hombres ni órdenes de la superioridad. Somos una guarnición. Defenderemos el puesto que se nos ha confiado, y quien deba decidir otra cosa, lo hará. Para un oficial, Martín, lo mismo da esta iglesia en Baler que la guardia de su Majestad. Lo esencial es acatar y cumplir estrictamente las órdenes y no excederse en las propias atribuciones.Teniente: Es una observación que tendré muy en cuenta”
Este deber se opone al individuo. En primer lugar, a costa de la propia vida. En la película se dan varios casos de sacrificios individuales. Pero también es muy evidente la antítesis del deber con los deseos e instintos individuales: el deseo de comida (llegan a alimentarse de comida pasada, llena de gusanos y gorgojos), o el deseo sexual (representado en una escena cuasi operística en que la filipina Tala canta sensualmente a los “machos” españoles). Este sacrificio de los individuos por un ideal más alto, por el deber, también está expuesto en la dialéctica de “Raza”, si bien ahí el ideal es España, y aquí es la observación estricta de las “órdenes de la superioridad”. El contraste, pues, de la norma y el individuo es aún más absurdo en “Los últimos de Filipinas” (un contraste “formal” diría algún kantiano, puesto que no se atiende al “contenido” de las normas de esa superioridad, sino que sean simplemente emanadas de esa superioridad).
Esta destrucción del individuo por obedecer las normas se ve justificada por un Dios que recompensa al individuo en el más allá. Es la creencia de que el individuo acá en la tierra no es mucho, que recibirá con creces recompensa en el más allá (según la parábola de los granos de trigo), lo que da fuerza a estos soldados a continuar. En diversos lugares queda clara esta creencia, pero resaltamos un parlamento entre el cura y el médico Vigil, dentro del proceso de “profundización” del carácter de éste:
“Cura: Dios proveerá, Vigil. Él ordena y resuelve nuestras vidas, nos ilumina mientras estamos aquí, y puede llamarnos cuando quiera sin que le detenga lo que estemos haciendo en este mundo.Vigil: No se puede vivir pensando constantemente que la muerte interrumpirá de improviso nuestra obra.
Cura: Pensando en la muerte como final de todo, no. Pero vale la pena de pensar y prepararse para la de aquellos que creen en Dios y van a su lado.Vigil: Yo he mirado mucho a la tierra, padre, por mi profesión he pensado siempre en la muerte para luchar contra ella. Aquí he empezado a ver el cielo por el hueco de una aspillera o entre los muros del patio, y siento que la vida entera vacila con seis meses de mirar las estrellas.Cura: Pero hay que mirar más arriba, Vigil, por detrás de las estrellas, donde acaba el cielo de los astrónomos, y empieza el cielo de Dios”.
La película, pues, tiene una lectura que podríamos llamar, de un modo un tanto pedante, “existencialista” y no tanto militar. El hombre, como soldado de Cristo, debe ser firme en el cumplimiento de las normas, luchando contra su propia individualidad y sus instintos, confiando en la recompensa divina en el más allá.
III.- Heroísmo fideísta
Uno de los aspectos que más nos ha llamado la atención de la película es la terca obstinación de los soldados a no creer las señales de que la guerra había acabado. Son tres las evidencias que tienen de este final, en una especie de crescendo. En primer lugar se acerca un parlamentario filipino que les avisa de que España ha renunciado a Filipinas, al que le contestan: “Pues no tenemos órdenes de capitular”. En segundo lugar se acerca un capitán español que le entrega un oficio de parte del general Diego de los Ríos para que se entreguen. El teniente Martín y el médico Vigil consideran que este oficio es falso y que, por lo tanto, no es una auténtica orden de la superioridad. En tercer lugar, se acerca un teniente coronel español. El diálogo entre éste y el teniente Martín merece la pena de poner por escrito:
“Teniente coronel: Soy el teniente coronel…
Martín: Va ud vestido de ello, que no es lo mismo.
Teniente coronel: soy el teniente coronel Aguilar, le mostraré mis documentos.
Martín: pueden ser falsos.
Teniente coronel: Pero, ¿qué quiere usted para convencerse?
Martín: (duda) No sé
Teniente coronel: Hace cinco meses que las Filipinas no son nuestras. ¿Es que no me cree? Pero, hombre de Dios, ¿qué necesita usted para rendirse?Martín: Órdenes de la superioridad.
Teniente coronel: ¿de la superioridad? ¿No ha venido el capitán Olmedo? ¿No vengo yo? ¿Qué quiere usted, que venga el general Ríos?Martín: Ah, si viniese el general…
Teniente general: ¿Está usted loco?Martín: No estoy loco, y no capitulo.Teniente general: Está bien. Tome usted. Periódicos de Madrid, a ver si eso le convence”.
Y mientras lee el médico Vigil los periódicos, el teniente Martín le dice:
“Lo que ocurre es que es una imitación muy buena. Si la han hecho sólo para nosotros, nos conceden bastante importancia”.
El problema consiste en que, una vez establecido el deber de seguir las “órdenes de la superioridad”, esto es, obedecer las órdenes precisamente porque provienen de la superioridad, hay que asegurarse de que realmente proceden de la superioridad. De igual modo los místicos se sentían atraídos por el demonio, haciéndoles creer que era de Dios lo que realmente era obra del demonio, los soldados españoles en Baler se sienten tentados por señales externas de esa “superioridad”, que podrían acabar con su sufrimiento y sacrificio, pero que no creen por no estar absolutamente seguros.
Con ello se llega a la paradoja de que desobedecen efectivamente las órdenes de sus superiores al intentar cumplirlas escrupulosamente. De hecho, el mayor temor del teniente Martín, al final de la película, consiste en que, al volver a España, le formen consejo de guerra por desobedecer las órdenes. Sin embargo, la realidad es que se le recibe como un héroe: se premia su escrupulosidad y no el hecho de que haya efectivamente cumplido o no las normas.
IV.- Heroísmo, ¿por España?
Los soldados de Baler no resisten por la grandeza de España, porque las Filipinas sigan siendo parte de España, sino por deber. Esto se ve muy claro en el desapego con que suelen hablar de la independencia de Filipinas. En un momento dado, el cura dice:
“No exagere usted la obra de un pobre misionero. Es la obra de España. Una obra de siglos. Y aunque algún día tengamos que irnos nosotros, aquí quedarán para siempre la fe y el idioma”.
El hecho de que Filipinas se independice no evitará que conserve lo que, a juicio del cura, es lo más importante, la fe y el idioma español. Gracias a ellos, la nueva Filipinas será una nación “hermana”, como afirma en la película el independentista Novicio Luna:
"Dirás a tus jefes que has visto a Novicio Luna. Les dirás también que siento por España el mismo cariño y admiración de siempre. Y deseo que acabe esta lucha cuanto antes. Como un verdadero hermano lo deseo. Pero la independencia de mi Patria está por encima de todo”.
V.- Heroísmo absurdo
El heroísmo de los soldados en Baler es absurdo en el sentido de que no tiene finalidad alguna: ya sea su propia salvación, o la salvación de España, o el beneficio de alguna parte o partido de ella. Al contrario, es precisamente su heroísmo el que conlleva su destrucción absurda. Seis meses después de acabar la guerra, ellos siguen muriendo, pasando hambre y enfermedades… para nada. Simplemente por seguir las “órdenes de la superioridad”. Este heroísmo es de todo punto extraño en las películas bélicas de corte norteamericano, donde los soldados pasan mil penalidades para conseguir al final algún tipo de victoria propia y derrota ajena.